En la última novela de Isabel Allende, un muchacho en edad universitaria decide matricularse en Ingeniería de minas. Dado que fue criado en un hogar de inquietudes humanísticas, nadie se explica el motivo de su elección hasta que el joven replica: “Porque las piedras no opinan ni contestan”. Entendí al pobre Marcel a la perfección. Ahora mismo todo el mundo cree que sus opiniones son fundamentales para el resto de la humanidad. Convencidos de que te están haciendo un favor, te nutren de consejos y avisos, alejándote de aterradores peligros como el de picotear unas patatas fritas después de las seis de la tarde. TeLEER MÁS

  Más de dos años llevaba yo sin escuchar música en directo y lo echaba de menos. No así las colas, las aglomeraciones o las muertes por inhalación de gases en los retretes portátiles. Lo que yo echaba de menos era sentir cómo retumba la música en mi pecho a modo de tum tum tum. Esa es la señal que te indica que es un día diferente. Y en este caso, más aun: el plan era acudir a un evento concebido históricamente para que se aglomere gente, solo que en una época en la que que se deben evitar las aglomeraciones. ¿Cómo se consigue eso?LEER MÁS

  Yo suelo reaccionar mediante contrarios. Puede que sea mera provocación o simplemente se trata de esta arrebatadora personalidad mía. Lo cierto es que si intentan meterme algo por los ojos, más me alejo yo de catar una novedad. Esta costumbre la traslado a todos los campos que me sean posibles: una película, un viaje o un remedio para la tos. Si me insisten en exceso, mi parte díscola se pone en funcionamiento hasta el punto de tirria absoluta hacia aquello tan altamente recomendado. Pues todo eso me ocurre con el Mercadona y su pléyade de admiradores. El Mercadona no es un supermercado. Al parecer,LEER MÁS

  Me da la sensación de que los andaluces jamás se podrán sacar de encima lo de vagos, exagerados y fiesteros. Pero cada uno con su sambenito, que para eso están; para soportarlos eternamente. Dibujándolos como paisanos que se pasan la vida con su lolailo en la romería o en la feria, todavía hoy son legión quienes desconocen que se trata de una tierra fértil en poetas, pintores e intelectuales; desde Alberti hasta Lorca, desde Velázquez hasta Góngora. Definitivamente, su gentío me creaba curiosidad. Sabía que no todo es calor ni taconeo ni toros ni chistes, pero mejor si lo comprobaba yo misma mediante miLEER MÁS

No iré yo de monja de clausura afirmando que me desagrada tomarme un refrigerio en una terraza. La vida tiene sus placeres y este es uno. Ahora bien, el furor terracero se ha apoderado de nuestras almas, convirtiéndonos en animales primitivos que luchan en la jungla del postureo. Enseñas colmillos, arqueas el lomo o ya directamente te pasas al insulto o a montar un pollo como Dios manda. Cualquier signo de intimidación será lícito siempre que el adversario perciba tu agresividad. La única mesa que queda libre es tuya y estás dispuesta a todo. Desconozco con exactitud cuál ha sido el desencadenante de este augeLEER MÁS

La coronilla es la nueva cara. Esa parte de la cabeza humana de la que nace en distintas direcciones el pelo, formando un grácil remolino situado en la zona más alta de todo el melón, se está convirtiendo en el rasgo físico diferenciador de las personas. En otra época, por cortesía del bipedismo, reconocías a tu amigo Juan Antonio por su nariz chata, ojos pequeños y oscuros, labios finos y mentón pronunciado. En cambio, ahora, a Juan Antonio tendrás que recordarlo por su coronilla: nivel de frondosidad de cabello, tono exacto y trayectoria del remolino. Si se afeita con la maquinilla, se complica el asunto.LEER MÁS

  Cuando era más joven, me pasaba la vida recriminándole a mi padre que no se involucraba lo suficiente con sus hijos, que no se implicaba con las tareas del hogar y que nunca nos preguntaba por nuestras ilusiones o miedos. Ahora que ya soy mayor, me he dado cuenta de que MI PADRE ES HIJO DE UNA ÉPOCA. Por aquel entonces a un hombre casado solo se le exigía que fuese una sola cosa: proveedor de su familia. Los buenos hombres se diferenciaban de los malos en que eran trabajadores. En mi pueblo todavía se sigue utilizando ese criterio diferenciador para calificar la bondadLEER MÁS

Llamarla pocilga sería otorgarle más valor del que tiene, puesto que en ella se revuelcan los adorables cerditos. La tele es un auténtico vertedero adonde van a parar las ideas más infectas del ser humano. Sin imaginación y con muy mal gusto, los creadores de contenido, productores y directivos han creado un microcosmos del horror. Salvo La 2, esa cadena que contiene mucho más que documentales de gacelas en el Serengeti, todo lo demás es una basura incendiaria. Lo peor de todo es que la mayoría de estos grupos mediáticos alardean de innovadores formatos y de audiencias millonarias, aunque todos sabemos que ni una cosaLEER MÁS

  Me asombra enormemente la capacidad de algunas personas para descalificar el trabajo de otros, sobre todo cuando no se anda demasiado versado en según qué temas. Es más, a mayor desconocimiento sobre equis asunto, mayor es el libreparloteo a la hora de desacreditar el esfuerzo ajeno. No tiraré de tópicos y no diré que la práctica de esta costumbre forma parte de la identidad cutre de este país, porque idiotas e ignorantes los hay en todos lados. No obstante, me centraré en los idiotas de aquí por dos motivos; uno, porque de los de fuera no dispongo información alguna, y dos, porque “agradecer esLEER MÁS