Y con razón.
Qué envidia eso de echar la bronca a alguien sin elevar ni un decibelio el volumen de la voz, que hasta yo no sabía si me estaba leyendo un audiolibro o me estaba cantando las cuarenta.
Es lo malo de la gente que sabe comportarse.
Mucho más fácil es dar con ejemplares como yo, que cuando asoma esa choni que llevo dentro impecablemente oculta gracias a mi distinguido estilo y a mis refinadas maneras, despunta pero de verdad. Aflora como ese brotecillo colorido en las dulces ramas primaverales de los árboles, como las estrellas que alumbran al anochecher de un día de verano, como el delicado vuelo de una mariposa.
SÍ, VAMOS; TAL CUAL.
Ni de coña.
La realidad es que en caso de posible enfado mejor retire usted la botella de Cavernet Sauvignon de la mesa, porque una empieza a gesticular y a dar manotazos al aire al compás del clin clin clin de su joyerío, conque lo más probable es que salga volando uno de los pendientes y caiga dentro de su deliciosa copa de sorbete de limón.
Así que aleje usted también la cristalería de Bohemia. Ah, ¿que no es de Bohemia?, que la ha conseguido con los puntos de las tapas de los yogures. Bueno, retirélo todo, porque los movimientos de sus extremidades superiores pueden semejarse a un helicóptero del Ejército del Aire.
Sin embargo, el Doctor C. no es así con sus pacientes, y se agradece. Al menos, yo.
De todos modos, se me ocurre que podríamos intercambiarnos un día los papeles. Yo sería su coach profesional y él mi paciente. ¿Y a qué viene eso de asesorarlo profesionalmente, si está divinamente encaminado? Pues porque está claro que está desaprovechadísimo en esto del multitasking artístico.
Me explico, partiendo de que se trata del mejor psicólogo, ¿que me decís además de la posibilidad de recitar las Rimas de Bécquer con su relajante timbre de voz habitual? Vamos, me compraba el disco pero ya. En vinilo, que es lo que hacen ahora los modernos. Me lo pondría por las noches y a dormir se ha dicho.
¿Y lo de ser modelo? Ya sabréis que el Doctor C. no es Quasimodo, precisamente. De muy buena gana compondría yo un calendario de fotos con los psicólogos clínicos más cucos del país. Iría de consulta en consulta para conocer el percal y hacer los fichajes. Posteriormente, me convertiría en fotógrafa conceptual, como Yoko Ono, y les haría unas fotos que no las entendería ni su tía, pero esa es la gracia de ser una creadora incomprendida como yo.
Por otra parte, no podría dejar de recomendarle otra faceta artística: pintor de garabatos de suprema innovación dentro del competitivo mundo del arte abstracto. Para ello me baso en su pasmosa facilidad de escribir al revés para facilitar la lectura del que tiene enfrente. Después, rodea con unos trescientos mil círculos concéntricos el quid de la cuestión, de manera que aquello parece una obra de Basquiat. Y si se pagan millonadas por una obra de Basquiat, a ver por qué no se puede subastar en Sotheby’s uno de los esquemas multisubrayados del Doctor C.
Con lo cual entenderéis que se trata de alguien al que es muy fácil admirar, y no es lo mismo que te eche una bronquilla un tipo o una tipa gris, como tú, que ni fu ni fa; a que te la eche una persona que podría ser psicólogo, modelo y pintor de arte comtemporáneo por el que se pelean todas las galerías de New York City.
¡Pues claro que no es lo mismo!
Consecuentemente, reaccioné sientiéndome una paciente desobediente, mediocre y cero prudente. Ya sabéis que hablo mucho y hago el payaso más de lo debido, así que por una mera cuestión de sentido común, puede que en la mayoría de las ocasiones tal y como comentaba recientemente, solo me haga gracia a mí misma.
Con lo cual, entré en un monólogo interior más repetitivo que el Día de la Marmota consistente en “¡Eres gilipollas! ¡Y para de llorar!” (repítase por el lector unas mil veces) y, voilà, aquí tenéis el resultado del circo que monté allí, totalmente desmesurado.
Encima, y ahora viene el megadramón, dado que me había puesto unas cuatro capas de rímel de L’oréal porqueyolovalgo (algo tendré que hacer para disimular estos ojos saltones, ¿no? Gracias mamá por la herencia: miopía y ojos de sapo. Yo tambien te quiero), ojo a cómo quedó mi careto. Eso sí que era un cuadro de Basquiat.
Para más inri, me puse a rebuscar en mi bolso y no encontraba pañuelos. Menos mal, porque los míos son de marca blanca y rascan la nariz; pero para ello tengo a un Doctor C. que me dejó un paquete entero de Colhogar que era una maravilla sonarse con ellos.
Si es que ya os digo yo que en esa consulta hay nivel hasta para los pañuelos.
Por lo demás, me subo a una colina como hizo Escarlata, con el atardecer de fondo y contemplando el cielo entono: “¡Pongo a dios por testigo, que jamás volveré a ser una mala paciente!”.
:::::::::::::::Tiriiiroríiii….tiriroráaaa:::::::::::::::::::: [Música de la peli]
😂😂😂Mala, que dramón!!!!! Pero no te preocupes, porque como decía la gran Escarlata O’hara
“Después de todo, mañana será otro día” 😂😂😂
Cierto. Escarlata no solo se dedicaba a hacerse un modelazo con las cortinas de su salón, sino que también era una gran filósofa.
Qué frases tan geniales hay en esa peli!
Esto es como cuando mi profesor de inglés me echaba siempre el mismo responso pero sin inmutarse. Jeje. Me he reído mucho.😋
Qué suerte! 😁A mí el de mates me gritaba como un poseso porque yo no daba ni una. 😂
Era un amargaooooooo😠