Hay dos cosas muy difíciles de encontrar: por una parte, una peluquería que te deje el pelo como las de Victoria Secret (“sí, unas ondas surferas”, le dices; aunque luego salgas de allí con unos tirabuzones muy de telenovela venezolana; y, para más inri, como no te gusta decepcionar a nadie le dices que te encanta); y por otra, un buen psicólogo. No sé cuál es más difícil de encontrar, aunque lo ideal sería dar con un terapeuta que consiga hacer de ti una persona con una autoestima indestructible, de esa que aunque lleves unos pelos de maruja, tú te veas divina de la muerte. Pagarás igualmente los sesenta euros en la pelu, pero lo harás encantada de la vida.
En cuanto a mí, no es la primera vez que voy al psicólogo. ¡No señor! Recuerdo mis años mozos de facultad, por ejemplo, que ahí estaba ya con mis insomnios, obsesiones y ansiedades asomando cosa mala. Así que lo típico, recomendada por un pariente o una amiga, ibas a la consulta de mengano o mengana, psicólogos colegiados número bla bla bla, para ver si te ayudaban un poco. Total, que lo que me decían era lo mismo que me decía, o más bien regañaba mi madre: “pero no te agobies tanto, mujer”. Whaaaat????? O sea, ¿cinco años en la Facultad de Psicología para que me aconseje lo mismo que mi abuela? Y esto al módico precio de chorrrocientos euros la sesión, pese a que los pagaba de buena gana por lo complaciente que soy. Igualito que en la peluquería.
Con lo cual, pasaban los meses con el mismo sistema de tú-no-te-agobies-tanto-mujer y yo seguía yendo por inercia o porque soy idiota. Hasta que lo dejé porque pensaba que estaba súper curadísima, ¡cómo no lo iba a estar! Había ido mogollón de tiempo al psicólogo, y eso para mí, era el motivo suficiente para concederme el auto-alta. Pues hala, mira qué bien, Mala de los Nervios preparada para su nueva vida posterapia. Cuidadín, pueblo, ¡aquí llega la nueva menda!
Errrrrrrrrrrrrr……..NO. NO FUE ASÍ.
Hasta que con casi cuarenta años decidí probar de nuevo porque estaba fatal. Y con fatal quiero decir que me había quedado sin voz por la opresión en el pecho, que dormía menos que Keith Richards de gira y que me dolía cada órgano (o cosa o lo que sea, es que soy de letras y si no se llaman “órganos”, no tengo ni idea de cómo se llaman) de mi cuerpo humano las veinticuatro horas del día. Así que decidí ir al médico para comenzar la andadura de la curación. Era eso o enrollarme con Keith Richards para vivir igual de contenta que él, porque no me digáis que el caballero no tiene pinta de pasárselo estupendamente.
Y pronto comencé mi terapia con el Dr. C. Lo llamaremos C por “c” de “cañón”, y de hecho, recuerdo el primer día en la sala de espera, en la que yo estaba leyendo un libro, que es lo que se hace muchas veces mientras esperas por cualquier tipo de médico; bien es cierto, que te atascas en el mismo párrafo por eso de estar inquieta. Sabes que te van a llamar en algún momento, que vas a entrar por una puertecita pero….PERO…desconoces qué va a pasar ahí dentro. Con lo cual, ¿quién se concentra en la lectura? Mucho mejor coger el Diez Minutos que hay en la mesita y el tiempo transcurre más tranquilamente.
Pues eso, que estaba yo enfrascada en mi duodécima lectura del mismo párrafo del libro cuando escucho: “¿Mala de los Nervios?” Levanto la cabeza y veo que hay un tipo plantado en la entrada de la salita como con pinta de masajista buenorro. Giro la cabeza hacia la izquierda y nadie responde; hago lo mismo para el otro lado y la cosa no va con ellos. ¿O sea que me estaba llamando a mí? Ay la leche.
Y así fue cómo encontré al psicólogo que ha estudiado en otra facultad distinta a la de mi madre, porque llegué a pensar que en los estudios de Psicología solo se enseñaban frases de madres. ¿Os imagináis? “Jo…creo que me va a quedar para septiembre la asignatura de Si tus amigos se tiran de un puente ¿tú también? ”
Y ya está. He encontrado a un maravilloso profesional. ¡Loor al cielo!
En cuanto a las peluquerías, me seguiré deshaciendo los tirabuzones de camino a casa. No pasa nada.
Muy bueno!
Este casi me lo pierdo… pero no!
A mí tb me da pena decir en la peluquería que gustar gustar no me gusta tanto lo que me acaban de hacer.
Y nunca me ha tocado un psicólogo cañón !
Solo los de las Mum’s University 😏
Doy fe, si es el mismo que vi yo… está para comérselo..
Jajaja creo q todos llevamos, como las abuelas, nuestra pequeña (o no tanto😥) faceta de psicólogo a cuestas y unos cuantos “moldeados” a disgusto, también! Me ha encantado👏👏👏
Estoy viendo que por lo general, cuando nos dejan hechas un cuadro en la pelu, lo disimulamos dignamente.
Y no!!!!!!! Se acabó esta interpretación teatral!!
Es más, si voy con una foto de Scarlett Johansson, no solo quiero su peinado!! Exijo que me dejen su cara, su cuerpo y su cuenta corriente!!
Unámonos todas ya!!!