¡Qué maravilla! Traigo una novedad: resulta que soy majísima y yo no tenía ni idea. Pero maja-maja, majísiima de la muerte. Maja a morir. Y yo viviendo en la inopia, desconociendo esta dulce noticia capaz de embelesar los más pétreos oídos. Qué lástima, pudiendo haber vivido tan majamente como merecemos la gente maja. En principio, el descubrimiento de esta buena nueva se debe a la llegada del invierno, de las lluvias y del frío; ya que me atavío debidamente y acorde a las circunstancias climáticas, a saber: gorros, paraguas, guantes, bufandas y todo aquello que sea susceptible de dejar olvidado en cualquier sitio al queLEER MÁS

Desconozco el decreto ley según el cual se ha dictaminado que hablar de amor es de cursis. Puede que me equivoque, sin embargo me da la sensación de que se ha quedado relegado a las conversaciones de los más nostálgicos o sensibleros; de los que vulgarmente conocemos como “moñas” y que suelen formar parte de todo tipo de mofas. Pues yo, aprovechando la coyuntura, confieso sin pudor alguno que soy una moñas. Sí, y me encanta serlo, ya que por mucho que os esmeréis no encontraréis un tema más chulo que el amor, que el enamorarse, que el morirse de amor como lo hacían losLEER MÁS

A finales de este verano, mi community manager casero, mi mano derecha empresarial, mi CEO, mi SEO y todas esas cosas que dice que hace él, me aconsejó poner un foto mía como perfil del Facebook. Yo, persona en absoluto ducha en cuestiones de redes sociales, me negué de antemano y de posmano. Me negué en inglés, en francés, en chino mandarín y en tagalo. Simplemente no. Yo argumentaba que con el dibujo de Mala, hecho a mano y coloreado con mis Faber Castell, regalo estupendo de mi amiga Marta, era más que suficiente. Nadie necesita contemplar mi careto y yo no necesito ser contemplada.LEER MÁS

Con esto del postureo ya no se sabe si alguien es intelectual porque sí, porque mola o porque luce mejor en instagram. La otra opción, la de ser una persona genuinamente culta, la descartamos. Que conste que para ir de falso cultureta no hace falta vivir en el siglo XXI haciéndote fotos con tu colección de vinilos de Björk, ya que hacerse el enteradillo o el avanzado erudito ha existido toda la vida. Ahí tenemos a Cervantes, riéndose de los que leían noveluchas de poca monta sobre caballeros medievales o los que, en su época, ponían a parir a Lope de Vega por hacer teatroLEER MÁS

Los bancos: hay que ver qué sector tan comprometido con los cambios sociales, qué bien manejan la llegada de las igualdades civiles, ¿verdad? ¡Si es que siento gozo y alegría al observar cómo perciben la lucha de los derechos de la mujer! Se ve que viven con los pies en el suelo y que son, sin duda, conscientes de habitar en una nueva era. ¡Ay…es que solo puedo decir cosas bonitas! No me digáis que no son gente majísima, con la mirada siempre puesta en el siglo XXI. Es por ello que: ¡UN UN DÍA DE ESTOS VOY A LLAMAR YO AL CREADOR DE TODALEER MÁS

Yo es que soy rarísima. Resulta que me muero de la vergüenza si tengo que hablar con el presidente de la comunidad de vecinos, pero luego me marco sin problemas el pasito de Michael Jackson en el vídeo de Beat it. Ojo, todavía me queda mucho para ser la loca del pueblo, ya que mis coreografías callejeras solo las hago si voy acompañada, que queda como mucho más normal, dónde va a parar. Es más, si tú te arrancas a hacerte un Beyoncé en la zona de las terrazas, así visto, la verdad es que parece un poco fuera de lugar; ahora bien, si leLEER MÁS

Mi costi y yo nos sentimos muy a menudo un poco raritos con respecto a la parejita que formamos. Nunca hemos tenido problemas de celos. Nunca. Jamás de los jamases. Yo lo he consultado con amigas y amigos durante mucho tiempo y todos comparten una misma conclusión: no sufrir celos es lo normal en parejas sanas pero siempre hay ciertos límites. El problema reside en que dichos límites que marcan las convenciones sociales nosotros dos ya los hemos sobrepasado mil veces sin ni siquiera habernos dado cuenta. Halaaa…¡que no, malpensaos! ¿Ya estáis imaginándonos en el campo temático de la cornamenta y del ñiki-ñiki? ¿ YaLEER MÁS

Visto que a una le apasiona leer, no sería justo no dedicarle un momento de mi existencia a un tipo de publicación que propaga el bien por todo lo ancho de la humanidad como si fuese una ONG: las revistas de cotilleo. Desde siempre me han gustado las revistas. Usted póngame algo para leer que yo lo consultaré pormenorizadamente, ya sea la Hobbyconsolas, ya la Automotor; siempre le saco algo de jugo. En caso de estar en la sala de espera del dentista, por ejemplo, me leo el último número de la revista del Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de la Provincia de noLEER MÁS

Son tiempos inciertos para el humor y eso me entristece. ¿Qué está pasando ahí fuera? ¡Que alguien me lo explique pero ya! Resulta que ahora todo es una ofensa y, no; no voy a ir por el camino facilón de “pues toda la vida se ha llamado así y no ha pasado nada”. Desde luego que no acudiré a ello para defender mi discurso porque, según mi opinión, la tradición jamás es un eximente de nada. Es más, a mí las tradiciones me traen bastante por culo. Hala, ahí; comienzo arrasando. Continúo: Las tradiciones son unas costumbres que las empieza o las dicta un fulanoLEER MÁS

Mira que insisto en que no, que yo no soy de las que me enrollo; salvo que quiera contar una anécdota, salvo que esté nerviosa, salvo que quiera impresionar a alguien, salvo que vaya de graciosilla, salvo que me encuentre a alguien por la calle o salvo que me tenga que explicar ante un médico; caso, este último, en el que no solo narro las molestias que padezco, sino que en un magnífico acto de sabelotodismo, llego incluso a dar un posible diagnóstico. A lo que, lógicamente, suele responder el facultativo: “Disculpe, eso en todo caso me lo deja a mí”. Tiene usted razón, noLEER MÁS