Me sabe mal por Charles Darwin, un señor que se merece todos mis respetos por haber dedicado su vida entera al estudio y al progreso de la ciencia. Pero ahora es mi turno, y es posible que El origen de las especies quede para siempre en la misma categoría que una novelucha romántica de kiosko. Al principio sufriré la mirada escéptica de los círculos más selectos de la biología. Surgirán voces disidentes que pondrán en entredicho mi tratado, a las que me enfrentaré con la mejor de las posturas: la indiferencia, pues solo unos privilegiados podrán llegar a entender la magnitud de lo que aquíLEER MÁS