Cuando era más joven, me pasaba la vida recriminándole a mi padre que no se involucraba lo suficiente con sus hijos, que no se implicaba con las tareas del hogar y que nunca nos preguntaba por nuestras ilusiones o miedos. Ahora que ya soy mayor, me he dado cuenta de que MI PADRE ES HIJO DE UNA ÉPOCA. Por aquel entonces a un hombre casado solo se le exigía que fuese una sola cosa: proveedor de su familia. Los buenos hombres se diferenciaban de los malos en que eran trabajadores. En mi pueblo todavía se sigue utilizando ese criterio diferenciador para calificar la bondadLEER MÁS